esta es mi vida en bogotá, la ciudad de siempre

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miércoles, 15 de junio de 2011

mi hermana la trapecista


(Diciembre 2010) Mi hermana había llegado a Bogotá después de estar siete meses trabajando en un crucero en Australia. Siempre me ha gustado contar su historia. Estudió ingeniería electrónica en la Javeriana y cuando estaba terminando nos fuimos de viaje y conocimos a una gente que hacía circo. Ella se hizo amiga de ellos y empezó a aprender algunas técnicas básicas. Así empezó a apasionarse cada vez más por el circo. Fueron tiempos difíciles, de mucha duda y muchas presiones, pero poco a poco se fue alejando de la carrera. Finalmente se graduó en un último esfuerzo y se fue a Cali a estudiar en Circo para todos, sin hacerle caso a lo que todos le decían, que el circo no da dinero, que cómo iba a dañar así su futuro. Se convirtió en trapecista y con su compañero de circo Oscar Rojas se inventaron un trapecio – bicicleta increíble, le salieron algunas giras por Europa y luego le salió un trabajo en ese crucero en Australia donde ganaba más que un ingeniero. Es difícil describir lo que siento cuando la veo allá arriba soltándose y agarrándose de cualquier extremidad.

Andrea llegaba a Bogotá como la heroína de la familia para estar con nosotros unos días antes de irse para Italia. Llegué a Bogotá ansioso por verla pues siempre hemos sido muy cercanos. Nos fuimos a Paipa a pasar una Navidad calmada con mis padres. Era inevitable no compararme con mi hermana. Algunos familiares nos invitaban a almorzar y todo giraba alrededor de ella, me hacían a un lado y se ponían a hablar sobre las costumbres de los italianos. ¿Qué tanto estaba haciendo yo? ¿y mis viajes? Bueno igual me iba para el Brasil y todavía seguía esperando la respuesta de la beca para ver si me iba a Rio de Janeiro.

Acá un video:

martes, 14 de junio de 2011

oasis: alucinante, alucinado

(Diciembre 2010) De pronto, apareció un chico que me invitó a bailar a su casa. Guillermo: bonito, 18 años, costeño, apasionado por las plantas de poder, es todo lo que diré. Puedo escribir sobre mi vida privada pero no sobre la de los demás. Yo seguí con mis planes de viaje y de repente estábamos viajando juntos hacia el desierto de la Tatacoa, caminado bajo un sol inclemente, y después flotando en una piscina alucinante, alucinada, en la mitad de la roca y la arena.

Luego fuimos a San agustín a visitar a un amigo que estaba viviendo en una vereda con su mujer y sus dos hijos. Así que con ellos y con Solene, una amiga francesa, nos la pasamos en plan rural canábico, caminando por el campo, con algunas visitas arqueológicas, también canábicas, buscando hongos mágicos y tomando Yajé en las montañas.

Descalzos, sin bañar y librando una dura batalla contra los piojos, se nos pasaban los días cocinando y comiendo, leyendo, viendo películas… También nos entregamos a la exploración de la repostería, canábica para variar, con algunos excesos en los ingredientes, no todos tan afortunados.

Así, mientras estaba acostado en una hamaca comiendo guayabas y frambuesas recién cogidas me preguntaba ¿Por qué diablos vivo en una ciudad como Bogotá? Empecé a ver con cierto desprecio algunas cosas de mi vida en la ciudad, como estar siempre apresurado, pendiente del correo y de facebook, rodeándome de algunos snobs que se dicen artistas, participando de algún modo en ese mundo donde hay que preocuparse por mejorar la apariencia y la hoja de vida… Me sentía tan bien en ese lugar de tiempo detenido con ese chico a mi lado, conociéndolo día tras día, simplemente viviendo sin mayores pretensiones. Estuvimos en aquel oasis existencial tres semanas antes de tener que regresar a Bogotá porque llegaba mi hermana y se venía la Navidad familiar.











foto: solene mehae

lunes, 13 de junio de 2011

ciudad ingrata


Hace mucho no escribía en este blog. Me quedé en noviembre del año pasado. Creo que dejé de escribir cuando perdí la fe en Bogotá. Cuando poco a poco volvía a ser la de siempre, esa ciudad indiferente y lluviosa. Cuando empecé a quererme ir, otra vez.

En noviembre, después de cuatro meses de exposiciones, de mostrar mi trabajo, después de dar mi tiempo y mi energía a la ciudad la verdad no me había quedado tanto. Estaba algo desilusionado. Después de tanto movimiento y de conocer tanta gente, me sentí solo y aburrido. Personas que consideré amigos al parecer nunca lo fueron. Sentía que no había más para mí en esta ciudad, que Bogotá no me había correspondido. Ciudad ingrata. ¿Qué esperabas Alexander? ¿Vender obras chatarra? ¿Volverte el centro de atención? Bueno por lo menos me había quedado millón y medio de un premio de la Barrio Bienal, lo suficiente para irme de la ciudad y viajar un tiempo.

En junio, cuando llegué de viaje por Europa y Marruecos, tenía la oportunidad de irme al Brasil, a Campinas, a estudiar una maestría en artes en la UNICAMP donde ya me habían aceptado. Lo había aplazado una primera vez para irme de viaje y cuando llegué a Bogotá todo iba resultando tan bien con mi arte, tenía varios lugares para exponer y varios proyectos por hacer, que decidí aplazar un vez más la maestría por unos meses e intentarlo todo en la ciudad. La verdad es que me gustaba la idea de estudiar artes en el Brasil pero no me convencía tanto irme a Campinas. Luego, en octubre me presenté a la UFRJ para estudiar una maestría en artes en Rio de Janeiro, el gran sueño. Me aceptaron pero con la condición de que sólo podría estudiar allí si me ganaba una beca PEC-PG del gobierno brasilero. Apliqué y tenía que esperar los resultados hasta diciembre. Creí que todo tenía sentido y que me había quedado en Bogotá para irme a estudiar a Rio becado y todo.

Así que sólo quedaba esperar, mientras, podría irme de viaje a algún lugar de Colombia huyendo de la ciudad. Primero tenía que cerrar varias cosas en Bogotá para poder irme tranquilo. En esa época fueron apareciendo algunos hombres por internet atraídos por unas fotos sin camiseta. De repente me iba bien en el mundo virtual gay. Entretenimiento básico. Si muestras algo de piel te mostrarán el deseo de tener sexo contigo. Sin compromisos. Pero yo no buscaba tirar y ya, aunque era tentador, yo decía: primero un encuentro, una cerveza y ahí veremos. Es fácil caer en el pozo superficial cuando se disfruta. Aparecieron varios chicos bonitos y a la vez interesantes enredando un poco las cosas.