esta es mi vida en bogotá, la ciudad de siempre

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lunes, 27 de septiembre de 2010

aterrizaje


Antes de tomar yagé, un hombre español que iba a dirigir la toma con el taita indígena, dijo que lo importante era poder mantener esa fuerza y esa visión de la toma en la vida cotidiana, que precisamente eso era lo complicado, claro, cuando uno está borracho por el yagé todo es maravilloso, todo es posible, uno tiene tanta fuerza, pero en la vida diaria, relacionándose frente a frente con la gente, subiéndose a un bus, o lavando la loza, las cosas son diferentes. Tenía toda la razón. Regresé a Bogotá, en buena energía, con ganas de abrazar y creyendo que venía una buena época. Me recibieron mis papas que habían venido a bogotá y se quedarían en el apartamento por unos días. La relación con mis papas es como de incomprensión mutua, pero aún así convivimos bien por cortos periodos de tiempo. Mi mamá venía algo enferma. fueron días mas o menos quietos de almuerzos familiares.

Todo eso que sentí en el yagé, todo eso que creí que podría llegar a suceder, se fue apozando poco a poco. La vida seguía siendo más lenta y más complicada de lo que pensaba. La ciudad y la gente también. Algunos nunca se dejaron tocar, simplemente siguieron por el lado con sus cotidianidades. Me sentí ingenuo por haber esperado algo diferente, pero a la vez me sigo negando a tener que creer que siempre será así.

La quietud y la indiferencia de afuera me dio un lugar frente al computador donde siempre hay algo que hacer. Me vi creando relaciones personales en ese mundo virtual. Es entretenido hasta que uno se aleja de la pantalla y se da cuenta de lo solo que está. Pasé un fin de semana muy desparachado, sin buenos planes y sin buenos amigos. Conocí un chico por internet, parecía interesante e interesado, duramos toda una noche chateando, cuando volvimos a hablar en dos días me contó que ahora estaba saliendo con alguien. Es tan ridículo que es gracioso. El domingo pasé gran parte del día en urgencias porqué mi mamá se volvió a sentir mal.

Las cosas no estaban resultando justo después de creer que venía una época muy buena en la ciudad de siempre, me encontré con tanta quietud a mi alrededor, que poco a poco yo también me fui quedando quieto, con el ánimo bajo, y sin tantas energía para crear. Con el ánimo y las defensas bajas me enfermé. La enfermedad siempre es algo físico y a la vez algo emocional. Esa quietud se convirtió en dolor del cuerpo. Tuve tres días de fiebres leves, de dormir y de leer mucho. Fue como caer a lo bajo, a esa inmovilidad obligada para darme cuenta que yo mismo me había dejado llegar hasta allí. Sanarme fue como limpiarme y empezar a recuperar la energía para lo que venía la otra semana: la fiesta sorpresa.

lunes, 13 de septiembre de 2010

tranquilo taita que yo soy el loco amable


El fin de semana pasado tome yagé. Otra vez, donde unos amigos que truequearon una casa en sopó. era un parche diverso, gente mayor, jóvenes, unos españoles, el taita un indígena gordo muy buena onda con buen sentido del humor. Tomamos y no mucho después ya estaba buscando un lugar donde vomitar. me cogió rápido y me elevó de una. La vomitada siempre es fuerte uno siente muchas nauseas pero a la vez vomita con gusto. Perdía la consciencia por momentos y despertaba de repente, allí acurrucado, en mitad de la noche fría, inmóvil porque no podía moverme. El cielo era morado con líneas como ondas. era bellísimo. Me sentía como al borde de algo, tenía ganas de abandonarme, dejarme ir y no cuidar ni siquiera de mi cuerpo. Siempre que tomo yagé me gusta estar solo, me alejo y me quedo en un rincón frente a algún árbol, hablando solo, entendiendo cosas. Poco a poco fui recuperando cada vez más la consciencia y así mismo la energía. Cuando tomo yagé me enamoro del mundo, de todos y todas. Suelo recordar a los hombres que han pasado por mi vida, a los que he amado, a los que todavía amo y me imagino diciéndoles tantas cosas, acercándome y diciéndoles que todo bien, que se dejen querer. Me dan tantas ganas de querer a la gente que está a mi alrededor, tenía tantas ganas de abrazar a mis amigos. Decirles que nos besemos más, que nos toquemos. Gritaba nombres de los querían que estuvieran allí junto a mí, inundando con mi voz el potrero. También me dieron muchas ganas de acercarme más a las mujeres. Todo este amor que siento por las personas es muy sexual pero a la vez va más allá de eso. Sí, me imagino orgías bonitas, besos, soy bello, todo es posible, todos dirían que sí.

En ese estado tendría la fuerza de hacer cualquier cosa, no hay barreras, no hay dudas, es tanta fuerza. Y entonces pienso en lo que viene en Bogotá y se me ocurren un montón de ideas, me imagino todo marchando, un montón de movimiento, de gente, de vida. Tomé una segunda vez y bailé en un potrero, cantando con toda. Luego la quietud y el mareo, el vomito, la liberación. Una chica, tal vez alucinando, les dijo a todos que me había visto subido en un árbol. Hubo una comisión preocupada que fue a ver como estaba. El taita me preguntó si me había subido a un árbol, yo comprobé dónde estaba sentado, y entonces le dije que no. Él me decía que me acercara más al grupo y yo le decía que no se preocupara que yo estaba re bien, que yo era como el loco amable al que nunca le pasaría nada malo. Me quedé solo entre un bosque de pinos y me quedé dormido. Luego fui a reunirme con los demás y me dormí junto al fuego. Fue amaneciendo poco a poco, con el yagé todavía en la cabeza. Subí a una pequeña montaña en total calma contento de haber visto todo lo que había visto, de haber sentido todo lo que sentí.

sábado, 11 de septiembre de 2010

bájese de esa chaqueta fucsia



Hace días, un viernes, salí de un bar a las 3 de la mañana. Estuve esperando bus en la séptima, pasó un colectivo y me subí. Cuando me di cuenta algo andaba mal. Todos los pasajeros eran como ñeros. sí, ñeros. Hasta el conductor. cachuchas ladeadas, pantalones anchos, no podría describirlo, no quiero generalizar, pero el hecho es que me sentí inmediatamente en peligro, subiéndome al colectivo del robo colectivo. Dude si pagar o no pero pensé que ya se subirían otras personas. Miré a mi alrededor y ver una chica aparentemente normal me tranquilizó un poco. Me quedé al lado de la puerta. Yo llevaba una chaqueta fucsia y me sentía fuera de lugar en la mitad de ese mundo sombrío. Los manes que estaban a mi lado empezaron a pasarse perico en una bolsa y a meter ahí al frente mío. ¿En qué momento me robarán y me devolverán a la calle sin nada? Me preguntaba. Hacía calor y yo llevaba además un saco así que me quité la chaqueta. Entonces uno de los manes me dijo que tuviera personalidad, que por qué me quitaba la chaqueta, que si me la había puesto era porque me gustaba ¿No? Le respondí entre nervioso y confundido que tenía calor, como si tuviera que explicarle mis actos a ese desconocido, pero claro él no me creía y seguía diciéndome que tuviera personalidad, yo repetía que tenía calor como si en verdad fuera importante que me creyera, entonces otro dijo que si le regalaba la chaqueta a su nena. Su nena era la joven que a mi me había tranquilizado por no parecer tan ñera. Entonces ella empezó a decir que sí, que se la diera, que estaba una chimba. Entonces empecé a ver por las ventanas como quien finge que se acerca al lugar donde debe bajarse. Además ya me voy a bajar decía yo, mientras le gritaba al conductor que me dejara ahí, donde fuera, rogando en mi interior que el conductor no fuera de esa supuesta pandilla y que me abriera la puerta. Me bajé entre gritos de los ñeros que me insultaban por gallina. afortunadamente, de nuevo en la calle, sentí que había estado al borde de un gran peligro. Fue un alivio bajarme de ese colectivo y poder ponerme de nuevo mi chaqueta fucsia.