esta es mi vida en bogotá, la ciudad de siempre

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lunes, 19 de diciembre de 2011

la partida


[Agosto - Septiembre 2011]  Con la visa en mis manos mis planes imaginarios se convertían en algo real. Ahora los dos meses que restaban en Bogotá eran para ir empacando mi vida. Le había contado a muy pocas personas que me iba para España porque no quería que me pasara lo mismo que con Brasil que al final no salió, tal vez esperando una certeza mayor, pero esa certeza era la visa. Además siempre hay algo en mí que considera las posibilidades trágicas, como esos casos donde muy cerca de la felicidad algo pasa y de repente todo se viene abajo. Es ridículo pensar así pero me es inevitable. Más bien trataba de hacer todo lo que tenía que hacer para irme, dejar pasar el tiempo tratando de no estar tan ansioso hasta que llegara ese momento de estar sentado en el avión listo a despegar. 

En esos días empecé a sentir un leve dolor en la boca del estómago que fue creciendo y creciendo. Estaba seguro que la culpa era de unos antibióticos que había tenido que tomar semanas antes para una infección del oído que me había dado desde que me lancé a un pozo en mi viaje por la costa, tratando de vencer el miedo que siempre me ha dado lanzarme desde lo alto al agua. El hecho es que creí que era una señal para renunciar a la medicina tradicional y curarme de modos alternativos. Fui a tomar Yagé y me mejoré por unos días pero el dolor volvió. Empezaba a preocuparme pues nunca antes me había dado algo así. Una extraña sensación en la boca del estómago, como un vacío, como hambre, como una ansiedad que se convertía en dolor.

Una noche en casa, un viernes sin plan, revisé los resultados de la beca Jóvenes Talentos del ICETEX y estaba justo ahí en la lista de los ganadores. Era demasiado increíble. Me había ganado mucho dinero, para irme a estudiar a España. Entre mi dolor de estómago y la euforia  gritaba solo en mi apartamento, fumado, emocionado. Se me había arreglado la vida de un momento a otro, adiós preocupaciones económicas por un tiempo, dejaba de ser un inmigrante necesitado y obligadamente guerrero para poder irme más tranquila y cómodamente. Era un premio a mi persistencia en el arte, a la terquedad y a la autogestión. La única condición era tener que regresar al país al terminar el Máster a hacer unos talleres de dos meses en Casa Tres Patios en Medellín que era la institución que me había respaldado. Genial.

Ese premio lo cambió todo. A los primeros que les conté fue a mis padres. Dejé de ser un vago mantenido y sin futuro a un artista joven talento con dinero. Las tablas, las latas y los muñecos de plástico que estaban por la casa de repente dejaban de ser simple basura para convertirse en obras de arte. Todo cambia cuando eres reconocido públicamente. Te da mucha confianza en tu trabajo y cierta autoridad frente a los demás. Me convertía en un artista certificado por una institución del gobierno. Fuimos con mi mamá a la premiación hecha por el ICETEX, y fue realmente emotivo, además que, aunque mis padres me han apoyado todo este tiempo, nunca han entendido muy bien lo que hago. Pude darle a mi mamá la oportunidad de que se sintiera orgullosa de mi, algo difícil de lograr. Le cambié esta ceremonia por mi grado de bachiller de un colegio falso y el no haber alcanzado a llegar a mi propia graduación en la universidad. Luego fuimos con unos amigos a tomar unas cervezas, y allí estaba mi mamá, entre nosotros, participando como nunca antes de mi vida. 

En esos días me escogieron para dar una charla en el programa Artista en Diálogo organizado por Pâramus. Fue muy especial porque precisamente se trataba de contar mi historia como artista, de cómo comencé haciendo ensamblajes en casa con objetos cotidianos, sobre las exposiciones que organizaba y a las que iban 20 personas, y cómo poco a poco todo fue creciendo, el desarrollo de mi trabajo y las exposiciones en varias partes del mundo, hasta terminar en un final feliz que era haberme ganado la beca y estar a punto de irme a España. Todo justo en ese momento.  http://www.eparamus.org/sitio/programa-de-artistas-en-dialogo.html

Al mismo tiempo estaba abierta la convocatoria de arte joven en El nogal, y leyendo los requisitos decía que sólo podrían participar estudiantes o egresados de artes o afines. Indignado escribí a las organizadoras. No era la primera vez que veía algo así en una convocatoria, es que ¿Acaso los estudiantes de artes son los únicos artistas?  Aunque me dijeron que podía participar estaba tan indignado y me parecía tan ridícula su regla que pensé en que era una buena oportunidad para generar algo de polémica al respecto. Lo que hice fue dibujar fielmente mi diploma de graduación, cambiarle Profesional de Estudios Literarios por Maestro en Artes Plásticas y presentarlo como obra al Salón del Nogal y escribir un artículo sobre todo el asunto en Esferapública. http://esferapublica.org/nfblog/?p=19087 Mucha gente leyó el artículo, algunos me criticaron, otros me apoyaron, El Nogal nunca se pronunció, y finalmente no aceptaron la obra, como  era de esperarse, pero fue mucho mejor exponer en esfera pública que en el Nogal.  Realmente fue divertido.

Mientras tanto tuve que hacerme una endoscopia para ver qué diablos tenía en el estómago: una úlcera y una bacteria llamada E. Pylori. La doctora me explicaba que el 80% de las personas la tienen pero al 20% nos reacciona de una forma negativa y que probablemente podía ser un problema hereditario. Nuevamente un tratamiento con medicamentos químicos para sacar ese bicho de mí. La piedra en el zapato de un momento casi perfecto. Pero por lo menos ya sabía qué me estaba sucediendo.

Como estaba viviendo solo en el apartamento, al irme, no se sabía qué pasaría con él, si mis papás lo venderían o lo arrendarían, por lo que tuve guardar en dos cajas todos los tesoros que no podía llevar conmigo y regalar el resto a mis amigos. Fue bueno, aunque no tan fácil, desprenderme de tantos objetos. Se cerraba ese lugar donde había vivido por tanto tiempo y algo en mi se alegraba por ello, por perder esa quieta comodidad. Ahora iba a comenzar una vida más nómada, más inestable y a la vez más emocionane. 

Así fui despidiéndome de todo y de todos. Decirle adiós a mis amigos, que siempre es lo más difícil. Lo más emotivo, alegre y triste. Abrazar y desear lo mejor. El momento de decir esas palabras que nunca dices. Despedirse de la familia y saber que también cuentas con ellos. Despedirse de toda una vida, de tus espacios, hábitos, de tus costumbres. Me despedí de mis papás en el aeropuerto, sentimental, gracias, gracias por su ayuda, los quiero un montón, y  entre nervioso, melancólico y emocionado entré a la zona de emigración. Cuando estaba haciendo la fila donde sellan el pasaporte de salida me di cuenta que los documentos que tenía que llevar para la universidad y para todo el asunto de inmigración, no los tenía. Los había dejado en la máquina donde le ponen el plástico a las maletas. Corrí sin querer pensar en que lo que podría suceder si no encontraba la carpeta pero por fortuna un chico los había guardado. Al borde de una tragedia burocrática me subí  al avión. Hablé bastante tiempo con Guillermo mi ex novio a quien también quería agradecerle por lo que habíamos vivimos juntos. El avión comenzó a despegar y yo sin entender realmente lo que estaba sucediendo, lo que ese momento significaba para mí. La vida se me partía en dos.