esta es mi vida en bogotá, la ciudad de siempre

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martes, 16 de septiembre de 2014

Creer, sentir




[Abril, 2013]

Verónica, una chica que conocí en Colombia hace dos años, gracias a que siguió a unos indígenas kogui y llegó a la playa donde yo estaba acampando, me invita a Barcelona a ayudarle a escribir un guión para un largometraje. Paga mi tiquete de avión y me consigue un lugar donde quedarme. Ella estaba en Nueva York estudiando en la Universidad de Columbia, donde todo iba aparentemente bien, hasta que empezó a tener pesadillas muy  fuertes, con fieras que la perseguían, con masacres, y a la vez empezó a romper relaciones con las personas más cercanas, entrando en una crisis de profunda confusión, por lo que debió regresar a Barcelona. Allí encontró personas que le dieron una explicación a lo que le estaba pasando. Se encontraba en un proceso espiritual de limpieza y despertar. Verónica me cuenta entonces de los niños índigo, de un lugar llamado Lemuria, de la reencarnación, me dice que recibe energía en el cuerpo como si una gran mano invisible estuviera trabajando en ella, y que recibe información través de los sueños. Solo puedo  decirle que respeto sus creencias pero que nunca he tenido contacto con algo así.

Desde los primeros días empiezo a sentir una energía muy fuerte a nuestro alrededor y también en mi propio cuerpo, una vibración interna que he sentido antes más intensamente con algunas plantas de poder como los hongos o el Yagé.

Un noche, jugando en un rodadero en la playa, en medio de una conversación, Verónica me dice: "es que todo lo que sucede es lo que tiene que suceder", y en mi cabeza algo encaja perfectamente: aceptación total de la vida tal y como es. La idea de que todo lo que sucede es aprendizaje constante. No había mejores posibles caminos, no hay errores, no hay posible fracaso. Esto lo había comprendido teóricamente a lo largo de mi vida pero las experiencias que tengo en este mes me animan (y me obligan) a tener que asumir a fondo estas ideas que me liberan de muchos miedos, sobre todo del miedo a equivocarme, y me muestran la necesidad de amarme a mí mismo a la vez que debo dejar de alimentar mi ego. Son ese tipo de cosas que hemos escuchado mil veces, las típicas frases de calendario como: "confía en ti mismo" pero que aplicar en la vida diaria no es tan sencillo. También la palabra "amor" empieza a tomar mucha fuerza, como esa gran fuerza que podemos accionar colectivamente.

Ya estoy quedando como un místico en un mundo de lectores escépticos, pero no tengo otra opción, luego de lo que he vivido y visto no me queda más que aceptar este conocimiento y compartirlo. Mi intención no es convencer a nadie, sino comunicar la experiencia por si a alguien le resuena. La diferencia está en creer que la vida tiene un sentido o que simplemente hemos sido arrojados a nuestra suerte en la tierra. Yo creo en ese sentido y que lo que nos sucede es la única posible consecuencia de nuestra historia, como parte necesaria para nuestro devenir espiritual.

Ahora la gran tarea es llevar todo esto a mi vida cotidiana e ir destruyendo esa estructura que he llamado "realidad" para ir desbloqueando mi propio poder. Dar se vuelve una premisa, el arte es mi herramienta, y no debo preocuparse más por el futuro. Pero hay una parte en mí que me sigue desbordando y donde me descubro aún bastante superficial: mi relación con los hombres y con mi deseo sexual. Ese es un proceso mucho más largo. Me voy de Barcelona más fuerte que nunca, totalmente agradecido con esta amiga maestra, sintiendo la importancia en mi vida de este encuentro, porque así tenía que suceder.





martes, 28 de enero de 2014

Mensajero y la primera RISIS


[Noviembre - Diciembre 2012]

Como otra parte de mi intento por vivir del arte ideo una acción para pagarme el transporte, así cuando uso el metro a diario llevo mensajes en una caja linterna y se los ofrezco a los pasajeros a cambio de la moneda que quieran darme. Son mensajes, en su mayoría verbos en imperativo, que sugieren modos de actuar. Las personas sacan su propio mensaje y hablamos de las posibles interpretaciones. 

Así, a diario, debo interrumpir el silencio del vagón y contarle a la gente que estoy haciendo una investigación sobre intentar vivir del arte y proponerles ese intercambio. No me resulta fácil hacerlo, se convierte en un reto constante, y a la vez me divierte proponerle a la gente cambiar dinero por un papel a modo de oráculo ambulante. Al comienzo lo hago como una acción más anecdótica sin creer que llegará a funcionar, pero cuando me bajo del vagón con dinero en la mano me doy cuenta que si me lo propusiera podría vivir de ello.  

A la vez me pongo en marcha para hacer la segunda edición de 101 soluciones para salir de la crisis y preparo una presentación en Madrid en Embajadores con Provisiones, un centro cultural en Lavapiés. La llamo RISIS e invito a varias personas a que presenten su propia solución en una tarde de farsa y acción. Participan Selina Blasco, María Niki Niraki, Hanne Bleichert, George Hutton, Gloria Durán, Carmen Pérez-Luco, Olalla Gómez, Elisa Fuenzalida, Manu Ezzgraber, Alejandro Simón, Lucía Pérez y Jordan Morton. Yo también hago un discurso donde le cuento a la gente de mi proyecto para erradicar la crisis, que consiste en remplazar en toda ocasión la palabra crisis por risis, y como ritual de iniciación destruimos junto con Olalla una C gigante de cartón.

Sigo de casa en casa, los libros se siguen vendiendo y recupero gran parte de mi gasto en transporte. El plan ya está en marcha mejor de lo que podía esperar. Me sorprenden las ventas, las monedas, el apoyo de la gente. Pero debo parar, tengo que ir a Colombia a dar unos talleres en Casa Tres Patios en Medellín como pago de la beca con la que me vine a España. El 30 de diciembre tomo un avión camino a Bogotá, a mi antigua casa, a mi antigua ciudad de siempre.